No estamos a la altura

Hay que reconocerlo. Los carballeses no estamos a la altura. Hay entre nosotros una minoría de genios que nos iluminan con su sabiduría y su refinamiento, que se desvelan por nosotros. Son nuestra clase dirigente política, periodística y cultural, la que tiene magníficas ideas y nos regala obras inigualables, la que soluciona todos nuestros problemas, ya sea la seguridad, los aparcamientos o el paro, la que organiza multitud de actos interesantísimos, desde festivales de cine africano a representaciones de danza contemporánea en la calle, y a los que nosotros, desagradecidos, ni siquiera damos las gracias.

Carballeses desagradecidos como los comerciantes, esos empresarios capitalistas, egoístas y avariciosos, que estos días se están haciendo millonarios sin pegar un palo al agua, y que obsesionados como están con el dinero fácil ni siquiera se preocupan de corresponder a la generosidad de sus benefactores. Así ha pasado en la reforma del mercado de abastos, donde nuestros amos están disgustados, porque resulta que después de un proyecto ejemplar, tal y como se había prometido, con aparmiento subterráneo y todo (bueno… no exactamente pero casi), ahora los muy desagradecidos de los placeros están montado escaparates cutres y sin el buen gusto que nuestros gobernantes se merecen. Tanto es así que ya hoy el Boletín Oficial de Evencio (BOE) les tira de las orejas, como debe ser.

Porque tiene razón. Somos unos incultos que no hemos sabido entender el arte de las esculturas de Facal, ni el de la rotonda de la calle del Sol, y no digamos ya el de esa lancha de la Gran Vía contra que la que varios terroristas atentaron. Como tampoco sabemos valorar el carril-bici de la avenida de Malpica ni asimilar el profundo mensaje que subyace en los muros del parque de Berlín. Somos unos materialistas paletos que pensamos que la vida se reduce a ganar un sueldo o sacar adelante un negocio para dar de comer a los nuestros, que sólo sabemos quejarnos porque tenemos un 20% de paro, porque no hay un duro para nadie, porque venir a Carballo en coche es una aventura y porque tenemos que cerrar la tienda para que no nos roben. Desde luego…como sigamos así, es que ni siquiera nos vamos a merecer este gobierno…