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sábado, noviembre 18, 2006

De pesca


He oído algo de no sé qué plaza en Carballo. Llegan los rumores. Después llega la información de la prensa, la de la radio y los comentarios de mi amigo Filocles. A continuación he intentado averiguar por mi parte qué es lo que acontece en esta singular villa. La información fluye como arroyo desbocado esperando que alguien lance la caña y pille la mejor pieza. Yo pruebo suerte.

Lanzo la caña y espero escasos segundos. Se tensa el sedal. Fijo los pies en el suelo y tiro. Tiro fuerte. Asoma una pieza de considerable peso y se resiste. Coletea con vigor y se opone al tirón como si supiera de antemano que al ser sacado fuera del agua (revuelta) será prontamente digerido por un estómago expectante y agradecido.

Mientras mantengo el pulso y después de un rato sin apercibirme de lo que ocurre alrededor de mi foco de atención, veo otro pez en las inmediaciones de mi presa. Éste se dedica a dar vueltas cerca de mi víctima, pero como si la cosa no fuera con él. Gira, ahora en un sentido, ahora en otro. Parece pasearse por un hall abandonado, fijándose en el empapelado de las paredes e ignorando cínicamente cómo su compañero de viaje se desangra en el centro de la sala, presa del anzuelo cruel. ¡Menudo peixe!

Pego un vigoroso tirón de la caña en el momento adecuado y con el anzuelo apropiado (para estos menesteres hacen falta anzuelos de probada resistencia y tamaño; los de la marca Agme son buenos). Preso en su presa al anzuelo, mi pez es arrastrado fuera del agua y he aquí que en su camino agónico pasa tan cerca de su compañero que lo arrastra, enganchado en tan embarazosa situación, fuera del agua.

Satisfecho, desengancho a mis dos presas de un solo anzuelo. ¡Dos de una vez!. Los echo a la cesta con la satisfacción de un campeón.

Cuando me dispongo a abandonar la orilla veo a un tercer compañero... de los anteriores. Es más pequeño. Un pececito de aspecto frágil, con la cabeza fuera del agua, boqueando… como implorando perdón. Lo cojo con cuidado y lo miro a los ojos. Con los ojos desorbitados (casi todos los peces ponen los ojos desorbitados cuando los cogen) parece pedir disculpas por el hecho de ser pez. Me da lástima y lo suelto. Se aleja agradecido.

Me vuelvo a casa contento por las piezas cobradas. Pero a medio camino me asalta la duda: ese mezquino pez que he dejado libre y que se ha desentendido de sus dos compañeros de viaje (pérfidos compañeros, dicho sea de paso)… algún día crecerá y puede que tal vez se convierta en un tiburón… ah, no. En agua dulce no hay tiburones. ¿O sí?. Está probado que en el río Amazonas hay unos tiburones que…

A todo esto... estábamos hablando de la nueva plaza de Carballo (y no de los besugos que se venden en ella). El tripartito respalda el proyecto actual. Tripartito, ya saben, tres partidos distintos y un solo fin verdadero (poner el cazo). Bueno, de los dos que lo apoyan de cara, uno lo hace completamente de frente (a pillar, a pillar-CDI) y el otro se hace el tonto (digo yo que mucho trabajo no le ha de costar “face-lo tonto-BNG-años de experiencia"). El tercero en discordia lo apoya y no lo apoya. Va y viene. Dice y se desdice. Está y no está… La noche le confunde (al capullo del clavel rojo).

Y el día los confunde a todos. Y así estamos.


Tiquíades




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