Aquellos de los que no hablamos

En medio de una zona boscosa existe un pueblo. Un pueblo más o menos apacible donde personas honradas viven su vida lo mejor que pueden. Pero en los alrededores hay un peligro que acecha. Unas criaturas peligrosas que de vez en cuando atacan y dejan muestras de violencia por doquier… “aquellos de los que no hablamos”… Es el argumento de “El Bosque” de M. Night Shyamalan, pero también podría ser una descripción de cómo vivimos en nuestra villa carballesa.

El balance de las fiestas de San Juan, en lugar de las valoraciones de lo acontecido, es bochornoso: una lista de sucesos que podría ocupar toda una sección de un periódico y que, reconozcámoslo, a todos los carballeses nos debería de hacer bajar la cabeza. Peleas con armas blancas, altercados varios, menores en coma etílico, robos de coches, atracos a punta de navaja, detenciones de sujetos recién salidos de la cárcel tras 8 años, y dos culminaciones a la infamia: la violación de una menor de edad discapacitada intelectual, y el “tour” de destrucción que apedreó docenas de viviendas y coches a lo largo de Berdillo, Cerceda o Coristanco, y que a punto estuvo de causar daños personales graves. Hoy se apunta a una posible venganza, no está claro contra quien, como consecuencia de disturbios acontecidos recientemente en una verbena en la parroquia carballesa.

Los acusados del primer delito ya fueron detenidos y puestos en libertad hasta el esclarecimiento de los hechos, pero los cafres de la ola de agresiones siguen sin identificar. En muchos casos de esta inmensa lista de desastres, los apellidos rebelan la inequívoca participación de personas del colectivo moinante, mientras que en otros habrá que esperar a determinar los culpables. Sea como fuere queda clara una cosa. Queramos o no queramos verlo, y se limite o no el origen a colectivos marginales, en Carballo tenemos un problema de seguridad y orden público de primera magnitud, y que va más allá de una pequeña reyerta en un viernes noche sobrado de alcohol. Podemos seguir ignorándolo y convenciéndonos falsamente de que vivimos seguros, o podemos empezar a preocuparnos y buscar soluciones, tanto policiales como educativas, para aquellos de los que no casi nadie nunca habla.